URGE UN CONTROL DE NATALIDAD
Las alarmantes cifras sobre madres adolescentes, los niveles de pobreza y costo de vida de nuestro país siguen creciendo. Colombia no quiere, por diversas razones atender a que es uno de los países latinoamericanos con mayor población según territorio y tasas de crecimiento mayores en el mismo contexto.
Por otra parte, recordamos que si bien el movimiento ambientalista nace izando la bandera del respeto por toda forma de vida (biocentrismo), también ha puesto en escena la teoría del desarrollo sostenible, aún antes que el Estado colombiano se tornara “social” de derecho. Y eso hace que, como privilegiados, los ambientalistas son capaces de aceptar a veces el desplazamiento del hombre individual, a quien ya no ve como el ser supremo sobre la Tierra, en aras del interés social. Es lo que conocemos como la ética de la solidaridad; que sostiene que también los más vulnerables y que siempre deben ser asistidos por el Estado, también tienen obligaciones.
A Colombia le ha llegado la oportunidad de avocar el controvertido tema del control de la natalidad o demográfico como una política de Estado justificada por la equidad. Argumentos: 1) El empobrecimiento está relacionado con el aumento del número de hijos, y a más temprana edad, en los estratos cero, uno y dos. 2) Muchas de las ayudas económicas de las entidades territoriales y de los programas presidenciales tienen en cuenta el número de hijos de las familias a favorecer, esto se prueba con el aumento de las transferencias de la nación a los regímenes subsidiados. 3) Según el Consejo Nacional de Seguridad y los Observatorios del Delito, el aumento de los niveles de delito asociada con pandillismo, violencia intrafamiliar y suicidio, entre otros, está relacionado con la pobreza. 4) En los estratos altos, el número de hijos es menor que en los bajos, pero el nivel contributivo, obvio, es mayor en los altos. 5) Ya sabemos que nuestro planeta está en hacinamiento gracias a los un poco más de 7.000 millones de habitantes que aproximadamente lo habitamos.
Sin necesidad en llegar al extremo de debatir sobre la necesidad del aborto, basta que el Estado defina una efectiva y más realista política de control de natalidad para que empecemos de verdad a producir cambios radicales en nuestra sociedad. Por ejemplo, aceptemos que es necesaria una Ley que autorice a los médicos a ligar a las madres con el tercer parto o a las enajenadas mentales o drogadictas con anuencia del defensor de familia. O aceptemos que ya no es posible justificar que los municipios premien o estimulen los subsidios de vivienda según el número de hijos (en ése caso nacidos con posterioridad a la Ley después del tercer parto). Es ofensivo seguir actuando como si la pobreza idiotizara a las personas o como si ésta fuera un mal irremediable que toda la sociedad debe cargar en detrimento de mejores perspectivas.
Y que no se diga que no funciona. China, el país más poblado del planeta, viene aplicando estas políticas hace décadas y hoy es el tercer país más poderoso sobre la Tierra.
El profesor William M. Alexander de la Universidad Politécnica de California, cuando dice que son dos los requerimientos para la sustentabilidad humana: “un consumo modesto de los recursos del ecosistema y familias poco numerosas”. No hay que decir más, o ¿sí?