A controlar la
natalidad
Álvaro Hernando
Cardona González
(Serie de dos artículos consecutivos publicados en abril de 2020, en el Diario del Huila)
Hoy
muchas más personas parecen coincidir en que la naturaleza trata de decirnos
algo, realmente siempre lo ha hecho. En medio de la pandemia que sufre el ser
humano, el planeta recobra salud y vitalidad. Dice algo.
Somos
muchos, esa es la primera conclusión que debemos sacar. Por ser tantos
saturamos el escaso territorio-superficie disponible. Está atiborrado. Somos
más pero el territorio que podemos ocupar es el mismo.
Por
ser más, consumimos más. Vertientes ideológicas irracionales le echan toda la
responsabilidad del daño ambiental al capitalismo, pero en los países de esas
vertientes es donde más crece la población: ¿cómo la alimentamos? ¿cómo la
vestimos? ¿cómo les construimos hogares para guarecerse y garantizar los
derechos humanos? ¿cómo hacemos para garantizarles infraestructura para su
movilidad, para su salud, para su recreación u otra?
Debemos
partir, como siempre lo reiteramos, de sincerar los problemas: 1.- Somos cada
vez más sobre un escaso territorio 2.- No hay forma de lograr progreso o
calidad de vida, incluso la sobrevivencia, si no es usando, de una u otra
manera, los recursos que la naturaleza nos ofrece 3.- El aumento de la demanda
de los recursos naturales trae consigo conflicto social.
Entonces
estamos obligados a reflexionar en tiempos de crisis: ¿tenemos derecho a traer más
seres humanos a este planeta? Y más, ¿es ético traerlos ahora cuando tenemos la
certeza de que vendrán otras crisis similares?
En
alguna parte leíamos que aunque es seguro que la mayoría de la población
mundial sobrevivirá al nuevo virus, no lo es saber si nuestro futuro impone la
realidad de convivir con tapabocas como prenda básica.
Copiamos
esta afirmación: el planeta nos ha acogido con amor. “Nos provee de recursos
para sostener nuestras sociedades, para suplir necesidades. Produce el agua,
los alimentos, el aire puro, la polinización, los minerales y los espacios
donde desarrollamos la cultura e identidad en cada lugar del planeta. Son los llamados
servicios ecosistémicos.
Al
planeta lo hemos transformado nosotros los humanos; lo ocupamos, lo alteramos y
abusamos de lo que nos ofrece. ¿Dónde comenzó ese abuso? Sin duda llenando con
exageración de seres humanos la Tierra más allá de los límites de su oferta.
El
planeta está enfermo y ahora nos está enfermando. Este virus es producto de la
mutación de uno que afectó a un animal y ha mutado (¿durante cuánto tiempo?)
para hacernos daño cuando consumismos ese animal. De esta pandemia saldremos,
pero quién sabe de la siguiente. Lo ético es pasar a la acción y dejar de
buscar excusas. Necesitamos ser menos, muchos menos. ¡Dejemos de parir! No es nuestro derecho, es el derecho del que
traemos a la vida.
Lo
moralmente correcto será, es que como resultado de la pandemia del Coronavirus pasemos
a la acción. Controlemos la demografía; ahora. Menos embarazos sólo depende de
nosotros ¡Dejemos de parir! Urge pensar éticamente si es conveniente traer a este planeta nuevos seres humanos. Y pensar
éticamente si es conveniente para quienes ya estamos en él traer a la vida más
ocupantes (como lo concluye el papa Francisco I en Laudato, Si).
Las
enfermedades propias de la fauna silvestre han empezado a pasarse al organismo
humano, como el COVID-19. ¿Será que el planeta nos dice algo? Es una reflexión que
debemos poner en orden del día a día. Esta pandemia no tocó solo a los
africanos, o sólo a los indígenas, o sólo a los negros, o sólo a la población
LGTBI o sólo a los pobres. Toca a la
humanidad.
El
uso de las tierras, la urbanización expansiva, un aumento del extractivismo como
producto de que somos más y por tanto necesitamos más, ha puesto al ser humano
en graves disyuntivas que tienden a tergiversarse, ¿cuándo no? por politiqueros
necios e irresponsables. No se trata de redistribuir la tierra, ni de disminuir
el consumo, o como sucedió reciente en los USA que los ancianos piensen en las
generaciones que vienen y se “sacrifiquen”. No, somos demasiados sobre un
planeta que no da abasto y no lo ha dado hace mucho. Miren, ya en 1972 conocimos “Los límites
del crecimiento” (estudio publicado ese año y contratado por el Club de Roma en
el año 1968) y desde entonces estábamos advertidos que el crecimiento humano
tenía un límite que era la oferta natural; el agua, la flora, el aire, el
paisaje, las tierras aprovechables, etc. Pero desoímos sus recomendaciones
porque no aplicamos el simple sentido común y preferimos las orientaciones de
politiqueros que sólo estiman el voto y beneplácito coyuntural al bienestar
estructural de la humanidad.
Aguantemos:
hoy tenemos una pandemia que en solo tres meses colapsó el sistema sanitario de
174 países del mundo. Y no es la primera vez que esto sucede. Recordemos que ya
habíamos tenido: ébola, fiebre hemorrágica, encefalitis por virus de Nipah,
enfermedad de Lyme, virus del Nilo occidental, Zica, Chicungulla, y fiebre de Lassa, entre otras.
El
hombre es necio, provoca su propia destrucción y la de los demás. Tenemos más
hijos de los que deberíamos, y peor, desde la misma óptica ética y moral:
traemos hijos pese a saber que no podemos sostenerlos o brindarles mejor
calidad de vida de la que tuvimos. Preferimos la hipocresía a la verdad
insoslayable: quienes son más desfavorecidos económicamente, más hijos traen.
Luego decimos que la pobreza crece y que la riqueza está inequitativamente
distribuida. Lo repetimos: ¡hipócritas!
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