Apuntes sobre minería
oceánica
Álvaro Hernando Cardona
González (Adaptado del texto de la columna para el Diario del Huila-Publicada en la edición del septiembre 16 de 2023)
La minería oceánica es
una realidad técnicamente posible. Y en buena hora, porque los minerales
existentes en los fondos marinos se han tornado en una alternativa para el
enorme reto de que supone la consecución de materias primas esenciales para la
transición energética.
En un artículo elaborado
por la bióloga Alba Vergara Castaño y los abogados Roberto Lastra Mier y Álvaro
Hernando Cardona González, y publicado en el blog del Departamento de Derecho
del Medio Ambiente de la Universidad Externado de Colombia, tan solo esta
semana, se hace una aproximación a los retos que supone esta actividad tanto de
tipo ambiental, como de tipo ético-jurídico.
Los autores advierten que
la tecnología electrónica, los gigantescos avances en las telecomunicaciones y
al mismo tiempo, la necesidad de suplir las mayores demandas de energías, pero
bajo el esquema del desarrollo sostenible, implica necesariamente una demanda
sin precedentes de materias primas muy específicas. Fundamentalmente para
servir a la fabricación de componentes electrónicos con producción naturalmente
creciente. En otras palabras, la demanda de recursos naturales estará asociada
a un mayor aprovechamiento de las denominadas tierras raras (lantanoides) que
dicen ellos “a pesar de su denominación como -tierras raras-, en algunos casos
son muy comunes en medio natural” pero la cantidad que se necesita, para
utilización en la industria, es lo que los hace tan deseables.
Los problemas que
identifican en relación con el medio ambiente, es porque “por caprichos de la
naturaleza” en la mayoría de los casos los yacimientos están en ecosistemas
frágiles y zonas remotas. Eso se ha determinado ahora que los nuevos
descubrimientos científicos sobre oceanografía y los fondos marinos revelan
importantes concentraciones de tierras raras justo allí, como ocurre en tierra
firme (continental), sobre áreas de mayor importancia ecológica.
Aunado a esto, existe una
incertidumbre absoluta sobre las consecuencias medioambientales que este tipo
de aprovechamiento pueda causar a largo plazo en ecosistemas sobre los cuales
en términos reales, en el caso colombiano, nuestro conocimiento es
prácticamente nulo. Estos planteamientos lleva necesariamente a una reflexión
de tipo no solo jurídica, sino también ética cuando cada vez somos más
conscientes del gran reto que como humanidad enfrentamos ante las consecuencias
del cambio climático y la necesidad de lograr la transición energética.
Todo Colombia también debe apostar por estas investigaciones y explotaciones, pues no
hay, por ahora, otra manera de obtener energía “limpia”, sin explotar
mayormente recursos naturales no renovables. Ya no será el petróleo o carbón;
ahora lo serán las tierras raras o lantanoides. O unos, u otros. Es el sino
trágico que trae una creciente población.
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