Cambio
climático y agua
Después de la reunión de expertos de la Organización de las
Naciones Unidas sobre cambio climático realizada en Paris (Francia) el 1 de
febrero de 2007, se determinó que sólo quedaban diez años para que entre todos
podamos frenar la catástrofe ambiental y
climática que se avecina, como consecuencia de las variaciones de la
temperatura global del planeta y los efectos que ello trae. Diez años que están
próximos a cumplirse.
La tarea de detener la tendencia y recuperar el ambiente de la que
unos denominan la “Tierra-casa”, es monumental y está a cargo no solo de
políticos y empresarios; así que lo que
cada habitante de la Tierra
haga en contra de los fenómenos que
generan Cambio Climático es clave para salvarla y de paso salvar nuestras vidas
y las de las futuras generaciones.
Y la mayor preocupación radica en el agotamiento del más
importante de los recursos: el agua. En efecto, Colombia es hoy la cuarta
nación más rica en recurso hídrico en la Tierra después de Canadá, Rusia y Brasil. Sin
embargo nuestro país no escapa a las angustias de su población por garantizar
más y mayores fuentes de agua consumible. Por ello la necesidad de conocer,
aplicar con mayor rigor y seriedad y revisar la normatividad vigente aplicable
frente a las necesidades de acceder al agua. Y hoy es más urgente hacerlo, pues
además de las tradicionales causas de deterioro del recurso hídrico, tales como
la tala indiscriminada de bosques, la colonización desordenada, la urbanización
causada por fenómenos de desplazamiento por violencia o fenómenos culturales,
el aumento de vertimientos sin control, el aumento de residuos sólidos, entre
otros, ahora se avecina una nueva era de explosión demográfica que algunos,
como el profesor Giovanni Sartori, predicen acabará con el mundo civilizado
poco después del año 2100.
La educación y divulgación sobre la importancia de los
recursos naturales y los elementos naturales (como distingue nuestro Código de
Recursos Naturales) parece que no ha sido suficiente para lograr reducciones
significativas en la demanda irracional del agua, pese a que parezca que
ciudades como Bogotá lo vienen haciendo paulatinamente. Por eso hay que
implementar otras estrategias.
Algunos
han propuesto que se incluya el agua, como recurso natural renovable, y recurso
al fin y al cabo, en el mercado y mediante
mecanismos de libre oferta y demanda, como en Chile, lo cual es en muchos casos
probado que no alcanza su propósito, entre otras razones porque la valoración
económica es una metafísica.
Llegó la hora de aportar desde todo sector de la sociedad
para una solución. Desde el político, desde la escuela, desde la discusión
presupuestal, pero también en los púlpitos y en los hogares. Como se discute
hoy en las esferas socio jurídicas: las preocupaciones ambientales llegaron
para quedarse y ello transformará toda la humanidad; aquí este problema no
distingue entre sur y norte, entre judíos o cristianos o musulmanes. El
problema es uno y afecta a todos. Incluso a esta columna, que a veces siente
arando en el desierto con la calidad de “líderes” que tenemos, y con la desidia
de muchos, que aún leyendo estas líneas no logran concientizarse de que este
problema también es de ellos. Nos toca a todos.
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