jueves, enero 10, 2019

Economía circular

Álvaro Hernando Cardona González

La llamada economía circular, es el modelo que promueve la utilización de las cosas y su fabricación pensando en un segundo y hasta tercer uso de las cosas manufacturadas. Ese concepto, surge del libro “De cuna en cuna: rediseñando la forma en que hacemos las cosas”, que publicaron el químico alemán Michael Braungart y el arquitecto y diseñador William McDonough en el 2002.

La economía circular propone que las cosas se diseñen, construyan y usen de tal manera que se facilite su posterior reúso o reutilización. Incluso que se transformen en otra cosa evitando hasta donde sea posibles, reúsos y transformaciones que se evite la disposición final (lo cual ocurre hoy con abrumadora frecuencia, en los rellenos sanitarios sobre los cuales hace poco nos ocupamos en este espacio y que están generando tantos conflictos sociales).

Aunque en realidad el libro mencionado es de dos autores, el que más relieve a tomado es William McDonough, porque ha sido, bajo los criterios de la economía circular como diseñó el último edificio de Google, la sede principal de YouTube y la base sustentable de la agencia espacial Nasa, sino porque es quien más ha dado conferencias y avanzado en los conceptos y propuestas y hace poco estuvo haciendo un recorrido por América Latina. Eso sin demeritar que los medios de comunicación y los ambientalistas lo vuelven cita obligada cuando se habla de cómo alcanzar el desarrollo sostenible y la eliminación del objeto como “desecho”.

McDonough y Braungart proponen en su texto, planteamientos como que integrando diseño y ciencia, se puede propender por la eliminación del bien u objeto desechado. Y lo hacen en el marco de tres principios: celebrar la diversidad (aceptar que es una ventaja), el uso de la energía limpia y renovable Estimular la búsqueda de fuentes alternas a las fósiles de energía y abaratarla), y apropiándose de la realidad de que todo es un recurso para algo más del primer uso. Aceptan que son conceptos muy de teoría económica, lo cual para nosotros enfatiza su contribución con el modelo, adoptado por Colombia incluso, del desarrollo sostenible.

Cuando se le pregunta a McDonough, sobre cómo empezar a ser parte de la economía circular, siempre advierte que el primer paso es acumular los residuos orgánicos y hacer  composta. Y lo hace diciendo que esto es trabajar en la propia vida, subrayando que de esa manera logramos que las cosas vuelvan a la Tierra. Él cree que el composta es importante, “porque humano, hummus y humildad vienen de la misma raíz lingüística. Así que al hacer  composta la persona se conecta a la Tierra, ya que el suelo es la fuente de la vida. Y concluye de manera aleccionadora: ser humilde es tener los pies en la tierra. 

La economía circular nos hace recordar que debemos cambiar la práctica de extraer, producir, usar y desechar los objetos; por eso los llamábamos “bienes de consumo”. Pero ante la realidad de que los recursos naturales, prácticamente se están convirtiendo en sólo no renovables (el agua y el aire) por el desnivel que presentan entre generación natural y consumo, esos objetos se vuelven valiosos para la economía que empieza  a ver la necesidad de diseñarlos y producirlos para facilitar su rehúso. Por eso “circular”.

Ya es imperioso aprender a reutilizar o recircular los recursos naturales. Realmente no hay opción para la humanidad. Estamos en un mundo de límites impuestos por el ambiente y los recursos naturales. Todos los recursos naturales los compartimos: el paisaje, las aguas, los animales, el suelo, el aire, la luz solar, etc.

Especialmente McDonough, como diseñador que es, reclama que todos los bienes se diseñen para ser usados, al menos dos veces; incluso plantea la implementación de mercados para eso, donde haya forma de entender y dar valor a lo que luego del primer uso se vaya a desechar. Incluso diseñar los edificios pensandolos para el futuro, es decir que puedan convertirse en algo más, sin tener que derrumbarlo o hacerlo pero reutilizando los materiales los que se levantó inicialmente.

La otra idea acumulada detrás de la “economía circular”  es la de evitar la apropiación, salvo el aprovechamiento. Es decir, evitar la apropiación pero estimular el uso. Se plantea que no hay que ser dueño de una lavadora o un vehículo, es decir, de que no hay que ser dueño de las cosas, sólo aprovechar sus servicios.

Hoy la economía circular se desarrolla más fácil por las costumbres de las actuales generaciones.  No quieren ser propietarios de un auto, no quieren ser propietarios de casas y pagar por los impuestos  y dificultades de mantenimiento. Sin embargo, los autores advierten que es necesario que las tecnologías se alineen. Ponen este ejemplo, entre otros, no podríamos acceder a  Uber-eats si no fuera por los smartphone o el sistema de pago electrónico.

Es comprensible, como lo dijimos la semana pasada, que los tres conceptos claves de la economía circular sean: reducir, reusar y reutilizar. ¿Cambió la tecnología al mundo? ¿Por qué no aceptar y propiciar que modifique el consumo en favor del ambiente natural y nuestras prácticas de consumismo? Comenzamos con reutilizar el papel, los libros y la ropa: ¿por qué detenernos?

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