sábado, junio 25, 2022

DIALOGICIDAD, COMUNICACIÓN Y EDUCACIÓN AMBIENTAL                     EN LA ESCUELA

Mg. Oscar Iván Ramos Núñez 

Actualmente, aspirante al título de doctor.

DOCTORADO EN EDUCACIÓN Y CULTURA AMBIENTAL

Universidad Surcolombiana de Neiva

Este ensayo fue presentado en la asignatura “POLÍTICAS PÚBLICAS Y PROBLEMÁTICA AMBIENTAL"

 

El diálogo es un fenómeno humano por el cual se nos revela la palabra,

de la que podemos decir que es el diálogo mismo. Por ello hay que buscar

 la palabra y sus elementos constitutivos. No hay palabra verdadera que no sea unión

inquebrantable entre acción y reflexión y, por ende, que no sea praxis.

De ahí que decir la palabra verdadera sea transformar el mundo

(Freire, 1970, p. 105).

Algunos autores como M. Kaplún (1998) y G. Kaplún (2007), desarrollaron un trabajo de inmersión y  de investigación de la comunicación en la escuela a partir del Enfoque Pedagógico basado en la Dialogicidad y su paralelismo con los enfoques pedagógicos tradicionales que hacen énfasis en los contenidos y en los efectos.

M. Kaplún (1998), afirma que en la escuela existen tres modelos de educación (educación con énfasis en los contenidos, en los efectos y los procesos) y a cada una de ellas corresponde una determinada concepción y una determinada práctica de la comunicación. En primer lugar, la educación que pone énfasis en los contenidos corresponde a una educación tradicional, vertical y autoritaria donde el diálogo y la participación no son fundamentales, no existe intercambio de ideas, no se ofrecen medios al alumno para pensar auténticamente, no existe un esfuerzo de re-creación, de invención del estudiante, es una educación basada en la transmisión de conocimientos (el profesor enseña, el estudiante aprende). Paulo friere, (como se citó en M. Kaplún, 1996) calificó esta educación  de bancaria, en tanto concibe al alumno como un depósito de conocimientos transmitidos por el maestro.

Desde esta perspectiva, el tipo de comunicación que se construye en este modelo, es también una comunicación bancaria, que se limita a transmitir información de un emisor a un receptor, es una comunicación esencialmente autoritaria y por tanto vertical. El emisor domina, es el dueño, el protagonista de la comunicación, es una comunicación unidireccional porque fluye en un sólo sentido, del emisor al receptor (M. Kaplún, 1998).

Por otro lado, la educación que pone énfasis en los efectos, consiste en moldear la conducta de los estudiantes con objetivos previamente establecidos por el educador. Quien determina lo que el educando tiene que hacer, como debe actuar, incluso que debe pensar, es el docente, todo se convierte en técnicas para el aprendizaje. Este tipo de educación da una apariencia de participación de los escolares, pero es sólo una apariencia, una seudoparticipación, los contenidos y objetivos ya están definidos de antemano. En este modelo no hay espacio para la creatividad, la conciencia crítica, la participación, la autogestión y la toma de decisiones autónoma por parte del estudiante (Ramos, 2011).

En esta medida, se observa que el proceso de comunicar es imponer conductas, lograr acatamiento. La retroalimentación que existe en este modelo es tan sólo la comprobación o confirmación del efecto previsto, es decir, la reacción del sujeto ante la propuesta o intento de comunicación. Ella puede ser positiva si el individuo acata la propuesta o negativa si la rechaza. Nada hay aquí de participación ni de influencia del receptor en la comunicación, sólo hay acatamiento, adaptación, medición y control de efectos (M. Kaplún, 1996).

Por otro lado, el modelo de educación que pone énfasis en el proceso, destaca la importancia de la interacción dialéctica  entre las personas y su realidad. Freire (1970) llama a este modelo pedagógico “educación liberadora” o “transformadora”. Se puede decir que es un modelo gestado en América Latina con el objetivo de transformar la sociedad y liberar las llamadas clases subalternas (G. Kaplún, 2007). En este modelo se ve a la educación como un proceso permanente, en que el sujeto va descubriendo, elaborando, reinventando, haciendo suyo el conocimiento y los saberes alternativos de su realidad, de sus contextos.

El papel del educador en este modelo es de acompañamiento al otro, para estimular ese proceso de análisis y reflexión, para aprender junto a él y de él, para construir juntos        (G. Kaplún, 2007). En este proceso el estudiante toma un papel protagónico; pasa de ser un actor acrítico a un hombre crítico y propositivo, es capaz de razonar por sí mismo, de desarrollar su propia capacidad de deducir, de relacionar, de elaborar síntesis. No es una educación individual, sino siempre grupal, nadie se educa solo, sino a través de la experiencia compartida, de la interrelación con los demás (Cazden, 1991).

Para G. Kaplún (2007)  en este tipo de comunicación lo importante no es incorporar recursos didácticos para transmitir conocimientos, sino facilitar y potenciar la expresión de y la interacción y el trabajo cooperativo entre los educandos. Más que una comunicación educativa, es una educación comunicativa con fuertes raíces en una tradición educativa crítica y comunitaria (Huergo, 2000). El objetivo de este modelo es que el sujeto piense y que ese pensar lo lleve a transformar su realidad.

Cazden (1991) coincide con los aportes dados anteriormente al plantear que en la escuela, especialmente en las aulas de clase el aprendizaje no es esencialmente un proceso individual entre cada alumno por separado y el maestro. Según la autora, lo que sucede en este espacio es un proceso altamente social, un complejo, cooperativo y autoadaptativo modelo de interacción entre los participantes que permite formar sujetos pensantes y críticos a través de interacciones dialógicas entre iguales.

La función que desempeña el maestro en este espacio de interacción es un papel social valioso que debe impulsarse, no restringirse, ni abolirse, especialmente  por la influencia de los organismos de poder y control que regulan las prácticas pedagógicas de los docentes y afectan significativamente los procesos de comunicación, investigación y formación en la escuela. Entre más fuerte sean los principios de control y de poder en la escuela, más restringidos y seleccionados serán los procesos de interacción/comunicación/diálogo y las prácticas pedagógicas entre maestro/estudiante (Bernstein, 2000). 

En este sentido, una parte importante de la función como maestros e investigadores consiste en descubrir, analizar y entender las voz de los estudiantes, para romper la concepción errónea que identifica a la educación como un canal de comunicación que de manera impositiva y dominante privilegia unos sectores, relegando y excluyendo a otros actores sociales (Bernstein, 2000). Pero también se hace necesario intervenir las estructuras curriculares de la escuela en Colombia, para transformar los códigos educativos en códigos elaborados que posibiliten el trabajo interdisciplinario y la consolidación de relaciones basadas en la horizontalidad y el diálogo (López, 2001). De ahí la importancia de que la escuela de hoy se transforme, se emancipe, se libere, se de-construya a través del diálogo, del trabajo inter y trans-disciplinario y la investigación.

La comunicación dialógica y su relación con la educación ambiental

Como se ha reflexionado hasta aquí, el modelo de educación que pone énfasis en el proceso, (Enfoque pedagógico basado en el diálogo) es fundamental en los procesos pedagógicos, culturales y misionales que desarrolla la escuela debido a tres razones importantes:

-En primer lugar, destaca la importancia de la interacción dialéctica  entre las personas y su realidad.

-En segundo lugar,  se observa a la educación como un proceso permanente, en que el sujeto va descubriendo, elaborando, reinventando, haciendo suyo el conocimiento y los saberes alternativos de su realidad, de su contexto.

-En tercera medida,  los sujetos toman un papel protagónico en la escuela, pasan de ser actores acríticos a sujetos reflexivos, críticos y propositivos. Un sujeto que desde el trabajo colaborativo busca continuamente la transformación de su entorno, de su ambiente.

Desde esta perspectiva surge un interrogante que es fundamental responder, ¿Cómo estas relaciones dialógicas y de comunicación mencionadas anteriormente posibilitan el fortalecimiento de la educación ambiental en la escuela?

Para Ángel (2020) la educación ambiental es un proceso de enseñanza aprendizaje, integrador, continuo, dinámico y permanente, mediante el cual los individuos se socializan y resocializan en una serie de experiencias, percepciones, conocimientos, habilidades, actitudes, valores y capacidades relacionadas con el acceso, manejo y conservación de los recursos naturales y del ambiente.

Cardona (2009) coincide con Ángel (2020) al considerar que  la educación ambiental es la principal herramienta pedagógica y formativa para solucionar los problemas ambientales inmersos en las comunidades y en la sociedad; es el instrumento para transformar los comportamientos de los sujetos frente a los entornos ecosistémicos que los rodean y que  generan bienestar a los humanos y no humanos.

Sin embargo, pese a la importancia que se le ha otorgado a la Educación Ambiental en los procesos pedagógicos, la escuela desde una mirada reduccionista ha confundido la  educación ambiental con la inclusión y desarrollo de una cátedra de ciencias naturales y/o ecología en el currículo (Cruz, 2020). 

Para Flórez (2012) por ejemplo, la  Educación Ambiental en las instituciones educativas se ha entendido como un paquete de actividades prácticas que permiten mejorar la calidad del ambiente, sin cuestionar las bases estructurales del sistema de producción, distribución y consumo causantes del deterioro ambiental en el país y en el mundo. Además es pertinente agregar que la Educación Ambiental se ha trabajado formalmente de manera restringida, sólo en el contexto escolar de los niveles básicos y de manera aislada en el nivel superior, principalmente con una visión conservacionista de la naturaleza carente de estrategias pedagógicas encaminadas al cuidado, protección y restauración del ambiente y los entornos ecosistémicos.

Al no estar articulada la Educación Ambiental con el currículo y el Proyecto Educativo Institucional (PEI) de las instituciones educativas, no es operativa, funcional ni pertinente, lo que le resta relevancia para la comunidad educativa y es vista como una serie de actividades ecológicas muy descontextualizadas del entorno real. Lo anterior permite afirmar que, para solventar dichos problemas, las instituciones educativas en Colombia deben articular el PEI de manera sistémica, coherente y pertinente, el currículo institucional con los PRAE y los PROCEDA para generar actividades, proyectos de educación ambiental, que formen un ciudadano comprometido con el cuidado y conservación del ambiente (Ángel, 2020, p.21).

En ese orden de ideas, Rengifo, Quitiaquez & Mora (como se citó en Teherán, 2017) afirman que la educación ambiental debería tomar en cuenta el medio natural y artificial en su totalidad: ecológico, político, tecnológico, social, legislativo, cultural y estético. Debería ser un proceso continuo y permanente en la escuela y fuera de ella; debería tener un enfoque interdisciplinario; debería hacer hincapié en una participación activa en la prevención y solución de los problemas ambientales desde un punto de vista mundial, teniendo en cuenta las diferencias regionales; debería concentrarse en cuestiones ambientales actuales y futuras; debería considerar desarrollo y crecimiento en una perspectiva ambiental; pero además, la educación ambiental debería fomentar el valor y la necesidad de la cooperación local, nacional e internacional en la resolución de los problemas ambientales.

Es dable recomendar que la educación ambiental en Colombia esté especialmente dirigida a generar conocimiento e información sobre los recursos y elementos naturales y el medio ambiente; a crear conciencia; a estimular la participación ciudadana en la toma de decisiones ambientales; a apoyar la conservación del ambiente natural y a incentivar el desarrollo sostenible (Cardona, 2009, p.228).

Pérez (2020) coincide con los anteriores postulados, al considerar que la Educación Ambiental en la escuela debe ser considerada como herramienta de formación permanente; no una transmisora de conocimientos ambientales sino transformadora de sujetos sociales que contribuyan al mejoramiento de la calidad de vida de las comunidades y sus entornos, y por consiguiente a consolidar una relación armónica con la naturaleza y a fortalecer la integración de campos de conocimientos (interdisciplinariedad) para formar integralmente a los escolares.

Subyace así una preocupación de orden local pero también global, que tiene que ver con la necesidad de mejorar y fortalecer las relaciones individuales y sociales con el medio ambiente (Gutiérrez, 2018). Inducir y fomentar capacidades y habilidades desde la comunicación y los procesos dialógicos para comprender el mundo como un sistema complejo, en el que se promuevan procesos como la producción de conocimientos y saberes alternativos, incentivando el pensamiento crítico, reflexivo y propositivo de los sujetos frente a las conductas que refieren los individuos, y explorar críticamente las numerosas dimensiones del ser humano sobre el entorno (Sauvé, 2013). Aquí es donde reposa la Educación Ambiental en la escuela, como proceso integrador del diálogo, la discusión y la reflexión de los sucesos ambientales que se presentan en la esfera global y local, considerándose como el escenario de base para consolidar estrategias de cultura ambiental.

La Educación Ambiental es llamada entonces a producir un ciudadano conocedor del ambiente y sus problemas asociados, consciente de cómo ayudar y motivado a participar de sus soluciones (Meinardi, 2009); es el espacio para recrear vivencias e interactuar con ellas con el ánimo de comprender las relaciones de interdependencia con el entorno y los modos de actuar de los sujetos sobre éste. En el mismo sentido, se imponen hoy retos acerca de la necesidad de mejorar las relaciones individuales y sociales con el medio ambiente.

En este sentido, para Flórez (2012) es fundamental e inexorable que la Educación Ambiental se incorpore en los escenarios formativos. Para educar con respecto a un problema ambiental se requiere del diálogo permanente entre todas las especialidades, todas las perspectivas y todos los puntos de vista, es decir, un trabajo inter-disciplinario, trans-disciplinario y cooperativo. Es en este diálogo (construido desde la escuela) en el que se dinamizan diversas aproximaciones que llevan a comprender la problemática ambiental como global y sistémica. La Educación Ambiental es llamada entonces, a producir un ciudadano conocedor del ambiente y sus problemas asociados, consciente de cómo ayudar y motivado a participar de sus soluciones (Meinardi, 2009), es el espacio para recrear vivencias e interactuar con ellas con el ánimo de comprender las relaciones de interdependencia con el entorno y los modos de actuar de los sujetos sobre éste.

En ese sentido, desde la pedagogía dialogante se busca que la escuela y el sistema educativo permita a los individuos cuestionarse y problematizar el saber que se configura desde lo ambiental, posibilitando que el sistema en sí mismo, transforme sus prácticas pedagógicas, caracterizadas en la transmisión, reproducción y asimilación del saber preestablecido (estructuras  de poder y control) y que están presentes en los contenidos curriculares y en las prácticas docentes (Flórez, 2012). Dentro de este marco formativo basado en la comunicación dialógica, se entiende la educación ambiental como un proyecto de transformación del sistema educativo, del quehacer pedagógico en general, de la construcción del conocimiento y de la formación de individuos pensantes y colectivos conscientes que la transformación de la escuela y de sus entornos se construyen desde un trabajo colaborativo fuerte y decidido.

Asimismo, la formación en educación ambiental desde la dialogicidad requiere que los escolares desarrollen sus habilidades, fortalezcan sus saberes (que son múltiples) y su pensamiento crítico, con la finalidad de obtener  argumentos sólidos al momento de analizar y discutir sobre la problemática medioambiental. Pero también que comprendan que el cuidado del ambiente  forma parte de su hábitat y que al conocer los problemas que coexisten en su entorno, deben impulsar la búsqueda de soluciones prácticas, dinámicas y participativas a través del trabajo interdisciplinar e  investigativo (Badillo, 2012), es decir, que la escuela y  los sujetos inmersos en ella den un lugar significativo a la interdisciplanariedad y la transdisciplinariedad como un proyecto emancipador, argumentativo, que también esté orientado a la investigación, a la construcción de nuevos conocimientos y saberes.

Finalmente, es importante resaltar que la formación en educación ambiental desde la dialogicidad se convierte en un instrumento de transformación social y empoderamiento del saber sobre el entorno y sus dinámicas, busca como meta final generar sociedades más armónicas, solidarias y equitativas. La educación ambiental basada en la dialogicidad debe posibilitar la comprensión del ambiente como un bien común, donde se asumen responsabilidades individuales y colectivas para cooperar en sus posibles soluciones, desarrollar modos de pensamiento y actuaciones críticas, reflexivas y propositivas frente a los desequilibrios que se producen en los ecosistemas, los entornos, los contextos y el ambiente.

Es en este contexto, en el que la educación ambiental en Colombia, se ha venido posicionando como una invitación a reinventar el , papel de padres, maestros, alumnos, trabajadores, vecinos, gestores y tomadores de decisiones, entre otros, a perfilar una ética de la convivencia y de la responsabilidad; una ética ciudadana que reconozca la pluralidad (nuestro carácter multiétnico), y por consiguiente, facilite una comunicación fértil y fluida, que contribuya de manera importante en la apertura de caminos y aproximaciones a la sostenibilidad ambiental y a los cambios fundamentales que hoy requiere el país (Torres, s.f. p.2).

 

 

 

REFERENCIAS DOCUMENTALES

 

Ángel, C. (2020). Articulación de la Educación Ambiental Formal e Informal, para la

Educación y la Acción Ambiental en el Municipio de San Agustín, Huila – Colombia. (Tesis de Doctorado, Universidad Surcolombiana). https://www.grupopaca.edu.co/doctorado/tesis-de-doctorado

 

Badillo, M. E. (2012). Comunicación, educación y medio ambiente: escenarios históricos

de relación. Criterio Libre Jurídico, volumen, 9(1). 73-96.

 

Bernstein, B. (2000). Hacia una Sociología del Discurso Pedagógico. Bogotá, Colombia.

Cooperativa Editorial Magisterio (1ª. ed.).

 

Cardona,  A. H. (2009) “Educación Ambiental: conceptos, análisis y relación con el

Derecho Ambiental”, en Lecturas sobre Derecho del Medio Ambiente, t. IX. (pp.219-241). Universidad Externado de Colombia

 

Cazden, C. (1991). El discurso en el aula: el lenguaje de la enseñanza y el aprendizaje.

Ediciones Paidós.

 

Cruz, L. A. (2020). Lineamientos para la resignificación de la educación ambiental en las

instituciones educativas públicas de la ciudad de Neiva- Huila, con enfoque de identidad con el territorio y articulación de la escuela con el entorno regional. (Tesis de Doctorado, Universidad Surcolombiana). https://www.grupopaca.edu.co/doctorado/tesis-de-doctorado

 

Freire, P. (1970). Pedagógica del oprimido. Editorial Siglo XXI.

 

 

 

Flórez, G. A. (2012). La educación ambiental: una apuesta hacia la integración escuela-

comunidad.  Praxis & Saber, 3(5), 79-101. https://doi.org/10.19053/22160159.1135.

 

Gutiérrez, M. Y. (2018). Educar para el diálogo crítico y la inclusión: estrategias

pedagógicas para transformar la práctica docente. Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

Huergo, J. y Fernández, B. (2000). Cultura escolar, cultura mediática / Intersecciones, Universidad Pedagógica Nacional.

Kaplún, G. (2007). Culturas juveniles y educación: conflictos culturales y conflictos pedagógicos. (Tesis de Doctorado, Universidad Andina Simón Bolívar). Archivo digital. https://core.ac.uk/download/pdf/159774217.pdf

Kaplún, M. (1998). Una pedagogía de la comunicación. Ediciones de la Torre.

Kaplún, M. (1996). El comunicador Popular. Editorial: Lumen-Hvmanitas.

López, N. (2001) La de-construcción curricular. Cooperativa Editorial Magisterio (1ª. ed.).

Meinardi, E. (2009). Desarrollo profesional docente a propósito de una  educación

científica de calidad en escuelas inclusiva. Revista Iberoamericana de Educación.

Pérez, N. S. (2020). Educación ambiental de docentes en formación a partir de una

propuesta curricular alternativa soportada en la interdisciplinariedad y la responsabilidad ética, política y social. (Tesis de Doctorado, Universidad Surcolombiana). https://www.grupopaca.edu.co/doctorado/tesis-de-doctorado

Ramos, O. I. (2011). La comunicación: interacción social que transforma o perpetúa la      

escuela. (Tesis de Maestría, Universidad Surcolombiana).

 

Sauvé, L. (2013). Educación ambiental y ecociudadanía. Dimensiones claves de un

            proyecto político-pedagógico. Revista científica, 18.

 

Teherán, S. (2017). La Educación Ambiental como alternativa de solución en el deterioro

de las relaciones ecológicas en la Institución Educativa Técnica en Informática, grado 5°, de la Sede Albert Einstein de Arjona Bolívar. (Tesis de especialización, Fundación Universitaria Los Libertadores).

 

Torres, M.(s.f.). La educación ambiental en Colombia: “un contexto de transformación

social y un proceso de participación en construcción, a la luz del fortalecimiento de la reflexión - acción”. 1-13

 

 

 

 

 

No hay comentarios.: