martes, abril 07, 2020

A controlar la natalidad 

Álvaro Hernando Cardona González 
(Serie de dos artículos consecutivos publicados en abril de 2020, en el Diario del Huila)

Hoy muchas más personas parecen coincidir en que la naturaleza trata de decirnos algo, realmente siempre lo ha hecho. En medio de la pandemia que sufre el ser humano, el planeta recobra salud y vitalidad. Dice algo.

Somos muchos, esa es la primera conclusión que debemos sacar. Por ser tantos saturamos el escaso territorio-superficie disponible. Está atiborrado. Somos más pero el territorio que podemos ocupar es el mismo.
Por ser más, consumimos más. Vertientes ideológicas irracionales le echan toda la responsabilidad del daño ambiental al capitalismo, pero en los países de esas vertientes es donde más crece la población: ¿cómo la alimentamos? ¿cómo la vestimos? ¿cómo les construimos hogares para guarecerse y garantizar los derechos humanos? ¿cómo hacemos para garantizarles infraestructura para su movilidad, para su salud, para su recreación u otra?

Debemos partir, como siempre lo reiteramos, de sincerar los problemas: 1.- Somos cada vez más sobre un escaso territorio 2.- No hay forma de lograr progreso o calidad de vida, incluso la sobrevivencia, si no es usando, de una u otra manera, los recursos que la naturaleza nos ofrece 3.- El aumento de la demanda de los recursos naturales trae consigo conflicto social.
Entonces estamos obligados a reflexionar en tiempos de crisis: ¿tenemos derecho a traer más seres humanos a este planeta? Y más, ¿es ético traerlos ahora cuando tenemos la certeza de que vendrán otras crisis similares?

En alguna parte leíamos que aunque es seguro que la mayoría de la población mundial sobrevivirá al nuevo virus, no lo es saber si nuestro futuro impone la realidad de convivir con tapabocas como prenda básica.

Copiamos esta afirmación: el planeta nos ha acogido con amor. “Nos provee de recursos para sostener nuestras sociedades, para suplir necesidades. Produce el agua, los alimentos, el aire puro, la polinización, los minerales y los espacios donde desarrollamos la cultura e identidad en cada lugar del planeta. Son los llamados servicios ecosistémicos.

Al planeta lo hemos transformado nosotros los humanos; lo ocupamos, lo alteramos y abusamos de lo que nos ofrece. ¿Dónde comenzó ese abuso? Sin duda llenando con exageración de seres humanos la Tierra más allá de los límites de su oferta.

El planeta está enfermo y ahora nos está enfermando. Este virus es producto de la mutación de uno que afectó a un animal y ha mutado (¿durante cuánto tiempo?) para hacernos daño cuando consumismos ese animal. De esta pandemia saldremos, pero quién sabe de la siguiente. Lo ético es pasar a la acción y dejar de buscar excusas. Necesitamos ser menos, muchos menos. ¡Dejemos de parir! No es nuestro derecho, es el derecho del que traemos a la vida.

Lo moralmente correcto será, es que como resultado de la pandemia del Coronavirus pasemos a la acción. Controlemos la demografía; ahora. Menos embarazos sólo depende de nosotros ¡Dejemos de parir! Urge pensar éticamente si es conveniente traer  a este planeta nuevos seres humanos. Y pensar éticamente si es conveniente para quienes ya estamos en él traer a la vida más ocupantes (como lo concluye el papa Francisco I en Laudato, Si).

Las enfermedades propias de la fauna silvestre han empezado a pasarse al organismo humano, como el COVID-19. ¿Será que el planeta nos dice algo? Es una reflexión que debemos poner en orden del día a día. Esta pandemia no tocó solo a los africanos, o sólo a los indígenas, o sólo a los negros, o sólo a la población LGTBI o sólo a los pobres. Toca  a la humanidad.

El uso de las tierras, la urbanización expansiva, un aumento del extractivismo como producto de que somos más y por tanto necesitamos más, ha puesto al ser humano en graves disyuntivas que tienden a tergiversarse, ¿cuándo no? por politiqueros necios e irresponsables. No se trata de redistribuir la tierra, ni de disminuir el consumo, o como sucedió reciente en los USA que los ancianos piensen en las generaciones que vienen y se “sacrifiquen”. No, somos demasiados sobre un planeta que no da abasto y no lo ha dado  hace mucho. Miren, ya en 1972 conocimos “Los límites del crecimiento” (estudio publicado ese año y contratado por el Club de Roma en el año 1968) y desde entonces estábamos advertidos que el crecimiento humano tenía un límite que era la oferta natural; el agua, la flora, el aire, el paisaje, las tierras aprovechables, etc. Pero desoímos sus recomendaciones porque no aplicamos el simple sentido común y preferimos las orientaciones de politiqueros que sólo estiman el voto y beneplácito coyuntural al bienestar estructural de la humanidad.

Aguantemos: hoy tenemos una pandemia que en solo tres meses colapsó el sistema sanitario de 174 países del mundo. Y no es la primera vez que esto sucede. Recordemos que ya habíamos tenido: ébola, fiebre hemorrágica, encefalitis por virus de Nipah, enfermedad de Lyme, virus del Nilo occidental, Zica, Chicungulla,  y fiebre de Lassa, entre otras.

El hombre es necio, provoca su propia destrucción y la de los demás. Tenemos más hijos de los que deberíamos, y peor, desde la misma óptica ética y moral: traemos hijos pese a saber que no podemos sostenerlos o brindarles mejor calidad de vida de la que tuvimos. Preferimos la hipocresía a la verdad insoslayable: quienes son más desfavorecidos económicamente, más hijos traen. Luego decimos que la pobreza crece y que la riqueza está inequitativamente distribuida. Lo repetimos: ¡hipócritas!


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